Viendo la burbuja que se ha instaurado en el mercado futbolístico actual, no es de extrañar que todos quieran aprovechar y subirse a un glóbulo que tarde o temprano explotará.
Los desorbitados precios que se están pagando por jugadores que hace apenas un año poseían un valor mucho menos de la mitad del transferido este verano -véase Dembélé o Morata- hace que entremos en una espiral peligrosa en la que a largo o corto plazo todo el planeta futbolístico saldrá salpicado.
Donde ya ha empezado a notarse la sangría es en China, ya que algunos clubes poseen problemas para pagar a sus estrellas las astronómicas fichas por las que firmaron en su día, como es el conocido caso de Carlos Tévez, quién es a día de hoy el futbolista mejor pagado del mundo con 40 millones de euros limpios al año percibidos por el Shanghai Shuenhua. La federación china impuso hace unas semanas un impuesto del 100% sobre el valor total de los fichajes extranjeros para los clubes en números rojos, lo que ha propiciado que el mercado estival se haya cerrado con apenas 28 millones de euros invertidos.
Estoy seguro que algunas de las normas que está adoptando la Federación Asiática de fútbol serán las que veremos más pronto que tarde en Europa, ya no basta con el Fair Play financiero. ¿Hasta cuándo se perpetuará esta situación? ¿Qué ocurrirá cuando la burbuja balompédica estalle? Son preguntas que a día de hoy no tienen respuesta. Pero bien verídico es que esta situación se ha acentuado con la llegada de los jeques al mundo del balompié. Los petrodólares no garantizan títulos, pero si provocan inflaciones en el precio de los futbolistas como la actual, en la que solamente un selecto grupo de clubes ha hecho del mercado un coto de caza privado.
Muchos recordaréis la burbuja del Calcio italiano, una etapa en la que entre el final de los años 90 y principios del nuevo siglo vivió su época de esplendor contando con fichajes tan recordados como el de Ronaldo por el Inter o los de Gaizka Mendieta y Hernán Crespo por la Lazio por unas mareantes cifras que llevaron a algunos clubes transalpinos tan míticos como la propia Lazio a la bancarrota, aunque peor les fue a Parma o Fiorentina al tener que refundarse de nuevo. Mejor fortuna corrieron dos de los grandes del país como son Milán y Inter, aunque finalmente este año a Silvio Berlusconi y Massimo Moratti no les ha quedado otra que vender sus clubes a magnates chinos.
En España, Barcelona y Real Madrid subsisten muy bien por ahora a esta nueva era y los socios continúan siendo sus dueños, aunque es cierto que detrás hay grandes acuerdos de patrocinio y altos ingresos en merchandising. Florentino Pérez entró con fuerza en el año 2000 a la presidencia del Real Madrid fichando a golpe de talonario a estrellas como Luís Figo, Zinedine Zidane, Ronaldo o Beckham y crear un equipo de ensueño que reportó al club más beneficio económico que deportivo, pero que a la larga esa riqueza adquirida de forma paulatina le ha servido para tener en la actualidad a otro equipo de ensueño que esta vez si reporta infinidad de títulos.
El último en querer subirse al carro es Cristiano Ronaldo, quién ha lanzado un órdago al Real Madrid exigiendo ser el mejor pagado del mundo por encima de los 40 millones, en una clara estrategia de Jorge Mendes la cual el Real Madrid ya ha dicho que no aceptará. La cúpula se mantiene firme: Nadie por encima del club. No quieren crear una brecha salarial entre toda la plantilla, menos aún con un jugador que renovó hace apenas ocho meses y que está apunto de cumplir 33 años, por más que actualmente sea el número uno y que ganará casi con total seguridad el próximo balón de oro. No sabemos como terminará esta burbuja, pero con casos como los del PSG con Neymar y Mbappé, su trayecto se dirige indudablemente hacia un estrellato infalible.